20 de octubre de 2021

Industrialización por Sustitución de Importaciones: el modelo económico con síntomas de colonialismo

Cuando nos hablan de colonialismo tendemos a pensar en aquellas épocas cuando América se encontraba dominada por las distintas potencias europeas. Aquellos Estados europeos utilizaban las prácticas coloniales para concretar sus proyectos imperialistas, al igual que en las sucesivas independencias que se fueron dando en el siglo XIX en Latinoamérica.

Podríamos decir, que, en esencia, el colonialismo es aquella práctica imperialista utilizada como una forma de conquista de un territorio y una población, a través de un aparato administrativo que justifica sus acciones por una ideología determinada, muchas veces bajo el argumento central del “desarrollo” de estos Estados, cuando en realidad respondían a todo lo contrario (Beverly Gartrell, 1983, como se citó en Eslava et al., 2016, p. 20). El imperialismo, por su parte, implica la existencia de Estados dominantes y Estados dominados (hoy llamados Norte Global y Sur Global respectivamente).

Teniendo estos conceptos en cuenta, podemos dar paso a la principal intención del presente texto, el cual busca dar a conocer un modelo económico derivado de la práctica colonial, la cual incluso después de las independencias se seguía practicando a través de los términos de intercambio internacional, un patrón comercial desventajoso para los países del Tercer Mundo.

A mediados del siglo XX, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), creada bajo el manto institucional de las Naciones Unidas en 1948, fue fundada para contribuir al desarrollo económico de América Latina y reforzar las relaciones económicas entre sí y con las demás naciones del mundo. Posteriormente, su labor se amplió a los países del Caribe y se incorporó el objetivo de promover el desarrollo social.

Una de las estrategias económicas propuestas por la CEPAL fue la Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), orientada a reversar la manera en que los países del Tercer Mundo se dedicaban a producir materias primas (oro, petróleo, azúcar, cacao) para exportar a los países desarrollados e importar sus bienes ya manufacturados e industriales pues era un patrón de intercambio comercial desventajoso que se había solidificado en la época colonial. Entre más participaba el Tercer Mundo en el comercio internacional, más desventajosa se volvía su posición, y entre más bienes manufacturados del primer mundo se compraban, más materias primas se necesitarían para pagarlos (Eslava, et al., 2016, p. 34).

En aras de revertir esta situación, el modelo ISI consistía en reasignar los recursos del Tercer Mundo y destinarlos a su propia industrialización (David Kennedy, 2006, como se citó en Eslava et al., 2016, p. 35) para así formar un capitalismo nacional como primer paso para satisfacer las necesidades locales y lograr una futura integración internacional (Eslava, 2019, p. 44). Siendo así, las estrategias ISI eran parte de un modelo económico que estaban dirigidas, ya no a la concentración en exportación de materias primas, sino a desarrollar la capacidad interna de los entonces Estados del Tercer Mundo por medio del apoyo a la industria local y el cierre a productos extranjeros (Ronald H. Chilcote, 2003, como se citó en Eslava et al, 2016, p. 35). Este tipo de estrategias se materializaron en el uso estratégico de aranceles, cuotas de importación, controles a las tasas de cambio, medidas preferenciales para la importación de bienes de capital y préstamos subsidiados (Eslava, 2019, p. 44). Con esto, se buscaba que los mercados nacionales saltaran hacia el futuro alcanzando los niveles de industrialización que gozaban los países del entonces Primer Mundo (Ronald H. Chilcote, 2003, como se citó en Eslava et al, 2016, p. 35).

Este modelo económico se esparció ampliamente en América Latina desde mediados de 1950 hasta principios de los años 1980. Su popularidad se debió al espacio que concedieron los gobiernos y las élites locales a la burguesía “nacional” para que consolidaran sus proyectos nacionales y su base económica, sin descuidar su compromiso con el “desarrollo” y la futura paridad con los países del Primer Mundo (Eslava, 2019, p. 44).

Durante este período, la región experimentó las tasas de crecimiento económico y de productividad más rápidas de la historia, al igual que una explosión demográfica y una rápida urbanización. Sin embargo, no todo fue color de rosa. Este fue el caso de Estados como México. En México, si bien durante un tiempo se vivió una etapa de riqueza en algunas regiones, logrando autosuficiencia, la realidad es que solo benefició a una parte de los productores, mientras que se marginó a la mayoría de los campesinos. En poco tiempo, hubo desplazamientos de la mano de obra agrícola hacia las zonas urbanizadas y hacia Estados Unidos. La decisión de fomentar la industria pesada del país y desplazar la industria menos rentable, condujo a un incremento del desempleo y migración de campesinos. A principios de los años 1970, se fue develando la realidad interna del país, donde la pobreza alcanzaba a más mexicanos y el desempleo y la inflación eran cada vez más evidentes. Siendo así, el beneficio económico que un día se había visto solo les llegó a unos pocos (Olamendi Lesizza, 2015).

Otro caso parecido se pudo ver en Argentina en el período comprendido entre 1950 y 1980. En el Estado argentino hubo una época caracterizada por la sustitución en la industria liviana (bienes de consumo) y elevadas tasas de crecimiento de las manufacturas. Este crecimiento se debió a que la industria liviana estaba sustituyendo las importaciones. Lo que se pretendía era dar estímulos a la producción de bienes de consumo no duradero y, posteriormente, los duraderos e intermedios. No obstante, las empresas transnacionales capitalizaron el desarrollo del mercado interno y se apoderaron de la industria. Aquello implicó un traslado de la toma de decisiones hacia el exterior debilitando así la conducción nacional. Prácticamente, todas las decisiones fundamentales en torno al proceso de industrialización pasaron de estar en manos nacionales a depender de las élites internacionales. Por ello, la sustitución se trasladó a las industrias pesadas y la tasa de crecimiento de manufacturas se redujo, al ser sostenida por industrias que demandaban mayores escalas de inversión. Lo anterior, conllevó a un desequilibrio comercial, provocando la búsqueda de empréstitos que, consecuentemente, derivó en una abultada deuda externa (Fernando Ariel, 2015).

Pero no solo era América Latina quien se atrevió a implementar la Industrialización por Sustitución de Importaciones. Las naciones recién descolonizadas en Asia y África siguieron rápidamente este ejemplo. Fue en la Conferencia de Bandung de 1955 donde los participantes hicieron énfasis en la urgencia de promover el desarrollo económico en la región asiático-africana. A continuación, expondremos como excepción uno de los pocos casos que resultaron exitosos en el continente asiático, pero también traeremos a colación uno de los casos más dolorosos en la región africana.

Con respecto al primero, uno de los pocos países donde las estrategias ISI resultaron eficaces fue Corea del Sur. En este Estado, el desarrollo se dividió en cuatro etapas específicamente delimitadas: (1) la primera fue reconstrucción nacional y sustitución de importaciones, en la que se soportó el modelo, principalmente en la actividad agraria. (2) La segunda fue la promoción de exportaciones, incluyendo la fabricación de bienes intensivos de mano de obra, como textiles y calzado. (3) Luego vino el desarrollo de la industria pesada y química, sectores que surgieron como nuevos impulsores del desarrollo sostenible. (4) Como último, la estabilidad, liberación y crecimiento equilibrado, fase que se llevó a cabo a través de la implementación de nuevos programas de reformas estructurales, de apertura y liberalización de la economía (Álvaro Guarín & Daniel Franco, 2008).

Uno de los pilares fundamentales en estos resultados deriva en la inversión en el capital humano, dada la prioridad otorgada al sistema educativo del país. Eso permitió contar con mano de obra más capacitada e importantes avances en investigación y desarrollo.

En cuanto al segundo caso, estamos haciendo referencia a Tanzania, pues las preocupaciones de América Latina con respecto a la dependencia de los países del Norte y al neocolonialismo se extendieron a África. A pesar de las ideas y luchas por la liquidación del imperialismo y neocolonialismo por parte de los principales líderes en ese momento, como fueron Kwame Nkrumah y Julius Nyerere, poco se pudo hacer. Fue así como surgió en Tanzania, en los años 1970, un modelo de desarrollo auto centrado, destinado a reducir la importación de bienes manufacturados para realizar la autosuficiencia alimentaria, mediante una política agrícola.

Este modelo, con las mismas características de la Industrialización por Sustitución de Importaciones, se llamó “Ujamaa”, y fue principalmente promovido por Nyerere. En realidad, era un modelo económico socialista, pero que respondía a ideologías de Estados de Primer Mundo como China y la Unión Soviética. No obstante, el modelo fracasó debido a las carencias financieras y a la falta interna de capital. Lo anterior se tradujo en el aumento de desigualdades de riquezas y poder, además de un endeudamiento externo protagónico (Mbuyi Kabunda, 1994). Siendo así, este caso se convertía una vez más en testimonio de como las estrategias ISI contribuían en la dependencia del Tercer Mundo.

Con todo, Tanzania fue solo uno de los tantos países africanos que padecieron fenómenos similares. Por ejemplo, Guinea Bissau no fue capaz de resistirse al “desarrollo” y a partir de su independencia siguió el orden desarrollista tradicional, accediendo como Estado independiente a la ONU y convirtiéndose en miembro del FMI y del Banco Mundial en 1977. Estas dos últimas instituciones financieras internacionales tendría un gran impacto en el continente africano mediante sus “ajustes estructurales” que, en últimas, solo contribuyeron a la recolonización económica. En efecto, al día de hoy, tanto Tanzania como Guinea Bissau hacen parte de los países más pobres del mundo (Eslava, 2019, p. 58-59).

Como pudimos observar, aparte de un par de casos exitosos en Asia, los resultados de casi dos décadas de desarrollo protagonizados por la Industrialización de Sustitución de Importaciones no eran lo que se esperaba. Los fracasos estuvieron marcados por la captura del Estado por parte de élites locales y extranjeras, balanzas de pagos y comerciales en déficit, marginación social, una creciente inflación, deudas incontrolables y todo acompañado de una ola de dictaduras a lo largo del Sur. Básicamente, las estrategias ISI no fueron suficientes, y en vez de “desarrollar” a los Estados del Sur Global los terminaron conduciendo a una trayectoria de dependencia aún más prolongada, ya que, a pesar de todos los esfuerzos del Sur Global por desligarse de su pasado colonial, este seguía persiguiéndolo como un fantasma que volvía a aparecer en cualquier alternativa de desarrollo por la que optaran. Eso fue lo que terminó por marcar al modelo de Industrialización por Sustitución de Importaciones: un modelo económico con síntomas de colonialismo.

Aún y habiendo seguido las recomendaciones de la CEPAL, de las Naciones Unidas, los países latinoamericanos continuaban en situaciones difíciles, por lo cual hubo muchas críticas dirigidas a la lectura cepalina de la situación de América Latina durante la posguerra. Pero ya la preocupación del Sur Global no estaba enfocada en el desarrollo, o la falta de él, sino en ese proceso histórico-colonial que les seguía pasando factura a muchos de los Estados del Sur. Asimismo, pudieron darse cuenta que las lecturas restringidas de las estrategias ISI hacían que la dependencia del Sur al Norte se afianzara aún más. Así sucedía en el caso de las políticas de sustitución de importaciones, debido a su dependencia de intereses capitalistas, terminaban subsidiando las ganancias acumuladas por una burguesía internacional y unas élites locales bien interconectadas. En la Industrialización por Sustitución de Importaciones, quienes perdían eran los consumidores locales, al tener que estar pagando precios mucho más elevados, lo que al final contribuyó a afianzar esa dependencia del Sur al Norte, y a ampliar aún más la brecha de desigualdad dentro de los Estados del propio Sur Global.

Bibliografía

Eslava, L., Obregón, L. & Urueña, R. (2016). Imperialismo y derecho internacional: historia y legado. Siglo del Hombre Editores.

Eslava, L(2019). El estado desarrollista: independencia, dependencia y la historia del Sur. En Revista Derecho del Estado, Universidad Externado de Colombia.

Keucheyan, R. (2013). Hemisferio Izquierda: un mapa de los nuevos pensamientos críticos. Madrid: Siglo XXI Editores.

Kabunda, M. (1994). Las estrategias de desarrollo en África. Balance y alternativas. Revista de Historia.

Guarín, A & Franco, D. (2008). La sustitución de importaciones como medio para un desarrollo sostenible. REVISTA Universidad EAFIT.

Ariel, F. (2015). Análisis del modelo de industrialización por sustitución de importaciones en américa latina y en argentina. Una mirada hacia la realidad industrial actual argentina. Revista Geográfica Digital. IGUNNE. Facultad de Humanidades.

Chilcote, R. (2003). Development in Theory and Practice: Latin American Perspectives. Lanham, Md: Rowman & Littledield.

Kennedy, D. (2006). The “Rule of Law” Political Choices, and Development Common Sense. Cambridge: Cambridge University Press.

Lesizza, O. (2015, febrero 20). Modelo de sustitución de importaciones en Méxicohttps://www.gestiopolis.com/modelo-de-sustitucion-de-importaciones-en-mexico/

Callan, H & Ardener, S. (1983). The Incorporated Wife. Londres: Croom Helm.

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